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El yoga Iyengar es el yoga de todos los practicantes.

Entrevista con Ramón

En Yoga Center Madrid se imparten varios estilos de yoga, entre ellos el estilo Iyengar. Ramón Clares es uno de los profesores especializados en este estilo que da clases diariamente en la escuela y está diplomado por el Instituto Ramamani Iyengar de Pune, en la India.

Hemos tenido la oportunidad de hablar con él para conocer un poco mejor su relación con el yoga y con la enseñanza de esta milenaria disciplina. Te invitamos a disfrutar de su experiencia.

 

Pregunta.- ¿Cómo conociste el yoga?

Respuesta.- Por un amigo que iba con su novia a hacer yoga y me hablaron de la práctica.

 

P.- ¿Qué te llevó a escoger la senda del yoga como forma de vida?

R.- Cuando empiezas a practicar no sabes que es una forma de vida; es una actividad más y solo con el tiempo es cuando va dejando su huella y marcando su recorrido. En principio no se elige, al menos en mi caso yo no elegí nada, no tenía ninguna expectativa.

 

P.- ¿Cómo descubriste que querías dedicarte a ello?

R.- Tampoco “lo descubrí”. De hecho una vez una especie de pitonisa me dijo que yo me iba a dedicar a enseñar yoga y yo me reí porque en ese momento lo último que pasaba por mi cabeza era enseñar yoga. Luego gradualmente vas empezando, haces formación de profesores, das algunas clases y terminas inmerso en la enseñanza a tiempo completo.

 

P.- ¿Qué es para ti el yoga?

R.- Pienso que el yoga debe ser algo personal. Las descripciones académicas están muy bien pero lo que realmente vale es la interpretación personal. Yoga para mí es un punto de referencia a partir del cual puedes valorar mejor otras áreas de la vida. Puedes llamarle “disciplina”, es como un punto de referencia que te ayuda a valorar otras cosas (la familia, el trabajo, etc.).

 

P.- ¿Cómo decidiste hacerte profesor de yoga?

R.- Cuando te quieres dar cuenta estás dando clases de yoga los siete días de la semana, cursos, la formación para profesores..., no hay un momento específico. Solo echando la vista atrás ves que te “has metido de cabeza”. Al principio fue casi sin quererlo, las primeras clases las hacía por hacer un favor. Pero nunca fue algo que me viniera por vocación. No existió ese momento de decir “quiero y voy a dedicarme a ello”, eso es lo único que tengo claro. Aunque a día de hoy me resulta enormemente fructífero y creo que tengo mucha suerte de poder vivir como profesor de yoga, no hubo ese momento de revelación en el que dijera que quería serlo.

 

P.- Desde tu experiencia, ¿cómo definirías el estilo de yoga “Iyengar”?

R.- Aunque generalmente se asocia con soportes y alineamiento, yo creo que esta es una descripción muy simple e infantil. El yoga Iyengar es conocer cómo funciona tu cuerpo, parte a parte, pieza a pieza y en su conjunto y, a partir de ahí, elaborar unas posturas que no deben ser complicadas pero sí de una sutileza productiva. Si me hace daño no es sutil ni productivo, pero si me ayuda con dolores que tenía entonces sí lo es. Todo esto se haga más o menos uso de los soportes conocidos (sillas, ladrillos, mantas, cuerdas, etc.).

 

P.- ¿Tiene un cierto matiz terapéutico?

R.- Para mí, si no es terapéutico no es yoga. El yoga, independientemente de su apellido, cuando se aplica y ves mejora es terapéutico; cuando se aplica y lo haces mal, no es terapéutico ni tampoco yoga. Para hacerse daño hay muchas cosas.

 

P.- ¿Qué te hizo decantarte por este estilo en particular?

R.- Venía ya con algunos problemas físicos a raíz de otro estilo de yoga y vi que en conjunto me iba bien, que podía seguir practicando yoga, que algunas cosas iban mejorando, otras no las entendía muy bien y algunas no las entendía en absoluto. Pero en conjunto sentía que había empezado a encarrilar mi práctica.

 

P.- O sea que habías probado otros estilos de yoga. ¿Cuáles?

R.- Otros... La verdad es que los otros no me engancharon. Tiendo a meterme de cabeza en lo que hago, pero si me desencanto me marcho rápidamente. Y eso me pasó también con el Iyengar. Lo cierto es que el yoga Iyengar que practico ahora no tiene mucho que ver con el Iyengar que yo hacía cuando comencé. También me marché de aquel yoga Iyengar.

 

P- ¿Qué diferenciaba a ambos estilos Iyengar?

R.- El Iyengar que hago ahora responde más a ese criterio de no elegir entre el yoga terapéutico y el “cañero”. El yoga terapéutico puede ser también muy intenso pero también divertido. Si el yoga no tiene esa cualidad terapéutica en cada postura y en cada clase, a mí ya no me interesa. En realidad hay interpretaciones infinitas del mismo estilo.

 

P.- ¿Incluso dentro del mismo estilo Iyengar?

R.- Sí. A mí me hace gracia cuando alguien intenta presentar el yoga Iyengar como un yoga homogéneo, cuando es un abanico de posibilidades. El yoga Iyengar que yo ofrezco es una variante más. Es muy gracioso cuando alguien proclama para sí “el auténtico yoga Iyengar”.

 

P.- ¿Qué caracteriza a tu yoga Iyengar?

R.- El sentido común. Si alguien se hace daño es que no lo está haciendo bien, es que algo no está funcionando. Y en función de eso hemos basado la práctica. Hacemos un estilo muy clásico, pero lo que no hay que buscar es ser “pequeños B. K. S. Iyengar”; imitar al genio es inmaduro y ridículo. Nosotros tratamos de conseguir un máximo aprovechamiento del yoga Iyengar, a través del sentido común. Si la postura teóricamente es magnífica pero el alumno no puede hacerla así, hay que buscar fórmulas: eso es puro yoga Iyengar. Eso es lo que él quería, aunque haya gente que lo que hace es intentar imitarle a él en sus acrobacias más duras. Por eso digo que mi interpretación del yoga Iyengar es muy clásica. No se trata de ver quién imita mejor los gestos del Sr. Iyengar, sino mantenerse fiel a algo que funciona muy bien.

 

P.- Para ti, ¿qué es ser profesor de yoga?

R.- Ser un buen practicante y tenerlo en cuenta a la hora de dar la clase.

 

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