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Quiero que mis alumnos se miren a sí mismos, que se escuchen

Entrevista con María

María Freire es profesora de Hatha, Ashtanga y Vinyasa Flow en Yoga. En una entrevista con ella, hemos tenido la oportunidad de conocer su trayectoria como profesora y como yoguini. Os invitamos a leerla para que la conozcáis un poquito más y que su bella experiencia os inspire.

Pregunta.- ¿Cómo conociste el yoga?

Respuesta.- Cuando recibí mi primera clase de yoga, en 2004, estaba en un momento difícil de mi vida, tratando de superar una problemática que me tenía sumida en un estado casi de ansiedad. Conocía a Teresa del Pozo, mi primera profesora, de su herbolario, que yo frecuentaba cerca de mi casa. El resultado de aquel primer contacto con el yoga fue caer en un profundísimo sueño durante el relax final de la clase y despertar en un desconcertante estado de calma y bienestar. Aquella situación me marcó porque hacía mucho tiempo que no sentía ese sosiego.

P.- ¿Cómo llegaste a ser profesora de yoga? ¿Nos puedes contar un poco cómo comenzaste ese camino?

R.- Tras aquella experiencia, seguí acudiendo a clase durante los años siguientes hasta que tomé la decisión de profundizar y comencé la formación de Hatha Yoga en Yoga Center Madrid. En aquellos tiempos mis conocimientos se limitaban a lo que había aprendido en esas clases porque mis estudios y mi experiencia profesional eran jurídicos. Había sido abogada y oficial de notaría, ámbitos muy distantes respecto a esta nueva disciplina. Pero aquel primer curso de Instructora de Hatha Yoga me abrió un nuevo mundo lleno de perspectivas e ideas diferentes, lecturas inéditas para mí, nociones de anatomía, modos y maneras de enseñar y una amplia serie de conceptos, criterios y conocimientos enriquecedores. Progresivamente fui adentrándome cada vez más, comenzando a asistir al profesor en las clases, siguiendo mi formación en el curso de Profesora de Hatha y pronto siendo yo misma la que impartía clases. Cuanto más avanzaba, más me interesaba. Y por eso continué los estudios de Meditación y de otros estilos, Ashtanga Vinyasa y Vinyasa Flow.

P.- ¿Qué estilos de yoga conoces?

R.- He experimentado distintas prácticas que me aportan diferentes sensaciones e implican distintas facetas de mente y de cuerpo. Tengo claro que todos son manifestaciones de una misma cosa: centrar la atención, ejercitar el cuerpo físico, conectar con la respiración, trabajar el autoconocimiento, ser consciente, abrir la mente, aprender la compasión y la empatía, la relajación y la quietud, la búsqueda del equilibrio y la flexibilidad.

P.- ¿Qué te aporta cada uno?

R.- Para mí Hatha es la base, los fundamentos, el punto de partida. Yo, de formación básicamente jurídica, lo comparo con el Derecho Civil como base de nuestra organización jurídica. Acudo regularmente a clases de Iyengar porque valoro mucho la precisión y la alineación de las posturas y me beneficio de su efecto terapéutico. Me ayuda a ejercitar la paciencia y a aprender cómo todo nuestro cuerpo está conectado desde su interior. Ashtanga es la fuerza, el vigor, la exigencia, la constancia, el ritmo, la respiración, la resistencia. Seguir la serie de Ashtanga es un auténtico reto para entrenar la fuerza de voluntad y combatir la desgana y el desánimo. Y Vinyasa es una práctica divertida, dinámica, variada y fluida, que requiere una actitud abierta a la creatividad y al cambio.

P.- ¿Tienes un estilo favorito?

R.- No, porque cada uno de ellos tiene su personalidad, pero nunca los he encontrado excluyentes; al contrario se complementan y suman beneficios.

P.- ¿Dirías que todos los estilos que conoces te ayudan a sacar lo mejor de cada estilo para tus clases?

R.- Como practicante, aprendo de manera ecléctica y aprovecho las características no sólo de cada estilo, sino de cada profesor que aporta su propia personalidad a cada clase. Como profesora, el resultado de compatibilizar estos estilos es muy enriquecedor porque cada uno añade sus peculiaridades a la manera de enseñar. Conocer los diferentes estilos me permite hacer hincapié en distintos aspectos: Ashtanga y Vinyasa traen el dinamismo a mis clases, pero Iyengar hace que no dejemos nunca de insistir en la alineación de cada postura y utilizar los elementos de ayuda que sean necesarios para adaptar la práctica a las peculiaridades de cada alumno.

P.- ¿Cuál es tu objetivo con tus clases? ¿Cómo las estructuras?

R.- El objetivo de mis clases es crear un espacio donde mis alumnos hagan un paréntesis para dedicarse a sí mismos. Por eso empezamos siempre con una breve toma de consciencia para preparar la mente y el cuerpo. En líneas generales, y tras calentar con una serie bastante dinámica de saludos al sol, practicamos una sucesión de posturas que puede variar y adaptarse a las necesidades de los alumnos y al estilo de yoga de que se trate. La clase concluye con una relajación final para integrar todo lo practicado y llegar a un estado de calma y sosiego.

En todas mis clases, insisto mucho en la respiración consciente y en que los alumnos la mantengan siempre fluida y constante. Para mí es fundamental que la atención se mantenga plenamente en las sensaciones y sin juicio durante toda la sesión.

Mi meta es que mis alumnos salgan de la clase sintiéndose mejor que cuando entran. Considero que no puedo ofrecer más que elementos para que sean ellos mismos quiénes experimenten desde su trabajo personal. Que no me miren a mí, que se miren a sí mismos, que se escuchen. Soy solo una compañía en su camino de autoconocimiento hacia la calma.

P.- ¿Cuáles son tus fuentes de inspiración para preparar tus clases?

R.- Mi propia práctica personal es una fuente de inspiración para preparar mis clases. Observar cómo responde mi cuerpo, cómo va evolucionando, en qué orden y a qué velocidad colocar las posturas para equilibrar la práctica, o cómo influyen las variaciones del estado de ánimo u otras condiciones sobre la actividad física, si un día es más importante centrarse en la relajación, o en la respiración o en una u otra postura son datos esenciales para avanzar en la enseñanza.

La lectura de distintos textos de yoga es muy reveladora y me sugiere siempre nuevas formas y perspectivas. Las redes sociales se han convertido en un escaparate para conocer cómo respira la comunidad del yoga en la actualidad. Y recibir clases de otros profesores y de distintos maestros es siempre una fuente de inspiración y aprendizaje necesaria.

Pero lo que me proporciona una información de calidad es el análisis de los alumnos, su progreso, su reacción en las clases, lo que me comunican al salir. Sin esa comunicación me parece imposible la enseñanza.

P.- Después de todo este recorrido y “aventura” con el yoga, ¿con qué te quedas?

R.- Dar el volantazo para abandonar lo jurídico y sumergirme en el mundo del Yoga ha sido una decisión muy importante en mi vida. En ambos ámbitos siento que puedo ayudar a los demás y eso para mí es lo más importante.

Pero ser profesora de yoga es también ser una aprendiz. Somos alumnos de la vida; yo siempre he buscado explicaciones, nuevas vías de conocimiento, oportunidades para mejorar a nivel tanto físico como mental y, en general, herramientas para crecer personalmente. Y la enseñanza es un instrumento muy valioso para conocer a las personas, para acercarte a ellas y comprender la variedad y la diversidad del ser humano, aceptar las distintas sensibilidades y mentalidades, la singularidad de cada uno, pero también lo que nos une a todos.

Además, considero que el Yoga es un sendero seguro para transformar nuestro estado emocional, porque la observación y el dominio sobre el cuerpo y la respiración nos conducen a la calma y la estabilidad. La relajación yóguica tiene un valor enorme para sosegar el sistema nervioso. Y la práctica continuada nos ayuda a tomar distancia, a relativizar y a ser más ecuánimes.

He observado que existen muy diversas motivaciones para acercarse a esta disciplina. Para mí todas son válidas. Pero he visto que la razón que nos lleva a nuestra primera clase de yoga suele transformarse en algo más profundo porque el yoga nos ofrece una amplísima lista de beneficios más allá de lo físico.

Todo esto es lo que el yoga, su práctica y su enseñanza me aportan. Y lo que yo puedo ofrecer. A la espera de lo que está por llegar…

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