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la feria mundial de las religiones

Antony MelloComo antesala o preámbulo a un artículo que he escrito y que titulo "El privilegio de Dios", y que pronto aquí aparecerá, quiero contar una historia que pertenece al sacerdote jesuita de origen hindú, Anthony de Mello, (1931-1987) y tomada de su libro "El canto del pájaro".

"Mi amigo y yo fuimos a la feria. La Feria Mundial de las Religiones. No era una feria comercial. Era una feria de la religión. Pero la competencia era tan feroz y la propaganda igual de estruedosa.
  En el stand judío, nos dieron unos folletos en los que se decía que Dios se compadecía de todos y que los judíos eran su pueblo elegido. Los judíos. Ningún otro pueblo era tan escogido como el pueblo judío. 
  En el stand musulmán, supimos que Dios era misericordioso con todos y que Mahoma era su único profeta. Que la salvación se obtiene escuchando al único profeta de Dios.
  En el stand cristiano, descubrimos que Dios es Amor y que no hay salvación fuera de la Iglesia. O se entra en la iglesia o se corre el peligro de la condenación eterna.
  Al salir pregunté a mi amigo, "¿qué piensas de Dios?. "Que es intolerante, fanático y cruel", me respondió.
 Cuando llegué a casa le dije a Dios, "¿Cómo soportas estas cosas, Señor? ¿No ves que han estado usando mal tu nombre durante siglos?
  Y me dijo Dios "YO NO HE ORGANIZADO LA FERIA. INCLUSO ME HABRÍA DADO VERGÚENZA VISITARLA"

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Comentarios 

7 comentarios para este mensaje

19 de Febrero de 2010 19:08

Elena Castro

La frase final de la historia de Anthony de Mello, la relativa a la verguenza que siente Dios ante el sectarismo religioso,es fulminante. Me ha recordado, como contrapartida, la anécdota de Vivekananda en el Parlamento de las Religiones de Chicago en 1893. Vivekananda, hablaba por vez primera ante miles de representantes de todas las religiones y desde la tribuna, tras unos minutos de angustioso silencio, se dirigió a todos con un "Queridos hermanos".. que levantó a los asistentes de sus asientos y les hizo aplaudir durante más de diez minutos seguidos. Aquel joven sacerdote hindú de túnica naranja había eleminado con sólo dos palabras, las fronteras religiosas.

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