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La impaciencia

Historia de la impaciencia

Verdaderamente la impaciencia nos consume. Hay en nosotros una necesidad imperiosa de que las cosas se den en nuestra vida de forma inmediata; sin embargo, la paciencia es una virtud que nos llega con un firme propósito al éxito

 Un hombre estaba dispuesto a recibir enseñanzas de naturaleza espiritual. Para ello, acudió a un bosque donde vivía un afamado maestro al que encontró sentado realizando sus prácticas de meditación. El hombre, aguardó a que el maestro terminase sus prácticas, y, después de presentarse, pidió al maestro que le transmitiese sus enseñanzas.

- Permanece conmigo unos días y te iré mostrando cual es el camino hacia la liberación de la mente -.

- No, no puedo esperar tanto tiempo - dijo el hombre -. Quiero recibir tus instrucciones enseguida.

- Esta no es la actitud correcta - dijo el maestro - pero conozco un gran yogui que quizá te pueda enseñar al momento. Vive a unos cuantos kilómetros de aquí, en un bosque de mangos. Visítale en mi nombre, pero te hago un ruego: Te entrego esta cajita para que se la entregues en cuanto lo veas.

-Así lo haré, dijo el hombre -.¿Pero, estás seguro que me dará sus enseñanzas en el acto?

- Prueba a ver -.

El hombre partió precipitadamente y comenzó a caminar con paso veloz, llevando la cajita en la mano. De repente, escuchó un ruidito en la caja y sintió curiosidad por saber de que se trataba. abrió la cajita y un ratoncillo que había dentro saltó fuera de la misma y salió corriendo. Fué imposible seguirlo. El hombre cerró la cajita y prosiguió caminando.

Sentado en estado de meditación profunda se encontraba el yogui cuando llegó el hombre al bosque donde el sabio vivía.

-Perdone que le moleste swamiji. Tengo una cajita que me ha sido entregada por el maestro que vive en el bosque de banianos y que me ha dicho que os la entregara. El motivo de mi visita es que quiero recibir las más sublimes enseñanzas espirituales enseguida. Quiero que me muestres la vía de la liberación de la mente.

-Dame antes la cajita - dijo el yogui

Con mucha atención, el maestro abrió la cajita y la encontró vacía.

¿Había algo dentro?, preguntó.

-Sí, repuso el hombre vacilante-. Un ratoncito.

Y el maestro con gran firmeza le dijo:

-Si no eres capaz de cuidar un ratoncito, ¿cómo vas a tener la paciencia y madurez suficiente para recibir enseñanzas profundas? Puedes irte y no olvidies nunca que la impaciencia es uno de los grandes obstáculos para el aprendizaje espiritual.