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MEDITACIÓN BUDISTA Y FILOSOFÍA

CURSO "BUDISMO Y MEDITACIÓN"  en VIGO

 El Profesor Abraham Vélez de Cea, imparte estos próximos días un interesantísimo Curso sobre Budismo, filosofía, vias de distintos sistemas de budismo y métodos de meditación-

Con una amplitud de miras fuera de lo comçun, el prestigioso profesor y autor, además de experto en Pali, se acercará a diversos textos relacionados con los sermones del Buda y al mismo tiempo a la vida histórica del Iluminado para ayudar a entender los fundamentos de la filosofía budista.

Entendiendo las múltiples disciplinas y métodos de meditación, hará una incursión en distintas técnicas a fin de comprender la polivalencia y riqueza que contienen el budismo original, Theravada, el Mahayana, Tibetsno, Chino, japonés y coreano.

El profesor Vélez arrojará luz sobre la meditación Vipassana y las distintas maneras de interpretarla y explicará cuales son los orígenes de la meditación Mindfulness o de atención plena, tan recomendada y distinguida en los diferentes ámbitos de la ciencia, medicina y psicoterapia.

PROFESOR ABRAHAM VÉLEZ DE CEA

El Profesor Vélez, además de ser un académico altamente reconocido en  el estudio y enseñanza del Budismo en distintas Universidades en los EE.UU y viajero por el Sudeste Asiático, estando en contacto con grandes maestros de meditación en distintos países.

 Hace tan solo unos días ha regresado de Myanmar (Birmania) después de realizar unas intensas prácticas de Meditación.

Nadie mejor que el profesor Abraham Vélez para impartir esta enseñanza por sus conocimientos de la tradición y la perfecta combinación con los métodos meditativos.      

     PROGRAMA

VIERNES 21. CONFERENCIA EN LA CASA DEL LIBRO EN VIGO

HORA. 19.30

CURSO DE BUDISMO Y MEDITACIÓN

LUGAR. CENTRO DE YOGA SANANDA - VIGO

SÁBADO Y DOMINGO, 21 Y 22

NUESTRO TELÉFONO: 986 227321 

 

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1 comentario para este mensaje

21 de Julio de 2013 13:49

José Miguel Pueyo

Cháchara de una monja budista, y algo más

En el bla, bla, bla, en la cháchara aparentemente intrascendental, en la conversación o en el gesto supuestamente trivial o cotidiano, la clínica psicoanalítica enseña a reconocer el deseo inconsciente que rige la existencia de una persona, el deseo que está en la causa de lo que piensa, dice y hace; y enseña asimismo que ese deseo, que como acabo de indicar determina cuanto piensa, dice y hace, le es a esa misma persona absolutamente opaco, tanto como el sentido y el goce de ese deseo. (Ocurre exactamente igual en el síntoma y en el lapsus).

De ahí que en lo que dice la monja budista Karma Lekshe Tsomo se pueda leer algunas identificaciones que marcan, no pocas veces a fuego, la vida de las personas, así como un aspecto al menos de su deseo, y cómo ese deseo la llevo a abrazar la nada original filosofía budista.

El descubrimiento psicoanalítico de la opacidad del deseo (cabe conjeturar que no es de otra manera en Karma Lekshe Tsomo), es tan remarcable como la evidencia de que todo, aun lo más insulso e ideológico, está dispuesto a la lectura psicoanalítica, para la lectura que da luz al deseo inconsciente, al deseo que determina las pasiones más bajas y las más sublimes, siendo la acción del psicoanalista la que invita a la asunción de la responsabilidad de esa causa inconsciente.

Por otra parte, del mismo modo que la disolución de los síntomas conocidos tiene en la intervención psicoanalítica su condición, cabe subrayar asimismo que una persona, el analizante, tiene la posibilidad de convertirse, merced a esa singular acción, en una persona auténticamente autónoma, liberada también del narcisismo del ego, de trasnochadas ideologías y de la falsa humanidad que ofertan, sin duda sin saber sus lesivos efectos, algunas disciplinas. Es conocido que entre esas disciplinas se encuentran las filosofías morales de la antigua Grecia y las religiones del Libro, pero también la filosofía que comanda la vida de Karma Lekshe Tsomo. De ahí que del loable deseo de «transformar el mundo… mediante el trabajo del despertar como liberación de todas las emociones destructivas», no queda decir, en primer lugar, que como aquellos otros saberes, no ha podido superar el ideológico y morboso procedimiento práctico de la renuncia del deseo, y que la historia no deja de recordar lo vano de sus ideas, procedimientos y técnicas.

El doctorado como ideal
Profesora de Religiones Comparadas en la Universidad de San Diego (California), con sus 68 años Karma Lekshe Tsomo no esconde su satisfacción de haber conseguido ser Doctora en Filosofía Budista. Sin entrar en la idoneidad de ese título y para no reiterarme en las limitaciones intelectuales que se derivan de asumir un discurso filosófico de esas características, sin duda puede resultar curioso que una monja budista se complazca en ese mundano ideal. ¡Pero acaso la filosofía budista no sostiene que el requisito de la felicidad es desprenderse de todo goce, y que el acólito debe operar una identificación al vaciamiento (también de saber) en aras a la purificación del espíritu y para conseguir una sociedad más justa!
Sin embargo, nada hay de extraño en este asunto, amigo lector, ya que cuando la vida intelectual está hipotecada en filosofías, doctrinas y saberes de esa índole lo único que el sujeto desprevenido tiene asegurado, al menos en muchos casos, es la desorientación intelectual y la renuncia de los principios, también morales, en los que empeño su salvación y/o un feliz paso por este mundo.

La identificación
Que el Yo es un conjunto de identificaciones, y que el sujeto humano, por consiguiente, viste el traje de un arlequín confeccionado por la Función del Padre es conocido desde Freud. Karma Lekshe Tsomo lo ejemplifica al confesar que «creció en una familia adinerada en la que su hermano era el rey… su madre era una cristiana fundamentalista y su padre un capitalista profundo», y que consideró que «Ninguna de esas opciones era para ella. Tuve experiencias maravillosas y conocí a mucha gente, pero sentía que a mi vida le faltaba algo.»
Pues bien, si el padre de Karma no la deseaba como ella quería ser deseada, quizá Buda sí, debió pensar aquella joven. Quizá Buda sí, más incluso por tratarse de una entelequia que, por serlo, puede responder al deseo de una mujer, también del varón, pues ambos pueden anhelar un objeto de suture la carencia estructural del deseo, un objeto, en fin, que tapone la falta de la insatisfacción, que los complete, en fin, al modo del andrógino platónico. Y para mejor reforzar ese deseo, la joven Karma, como antes Buda (Siddharta Gautama, Lumbini, siglo V-IV a. C., hijo de rey que abandonó su vida ociosa y los placeres mundanos para abrazar el más humilde ascetismo), lo abandonó todo. En efecto, a imitación de Buda, Karma, con apenas 19 años, abandonó, en esta ocasión, la buena vida del adinerado capitalista, el surf, los viajes de relax, los amigos, pero también a su hija (de la que dice que no la vio en muchos años, y a la que ubica en casa de unos buenos amigos).
Freud fue el primero en advertir que el amor al padre responde habitualmente a la falta ontológica, o sea, a carencia estructural que en su ser experimentan algunas mujeres. («Sentía que a mi vida le faltaba algo», confiesa Karma). ¿De qué se trata? Todo parece indicar que nos encontramos ante un ejemplo paradigmático de una carencia imaginaria, imaginaria, en esta ocasión, porque en lo real del cuerpo de la mujer nada falta. Sin embargo, la premisa universal del falo, esto es, que en el inconsciente sólo exista un significante para la diferencia sexual (o si se quiere que no exista el significante mujer, con lo cual esa instancia psíquica esencial y fundamental del ser humano es tan homosexual como misógina, y no el psicoanálisis que es la disciplina clínica que hace ese descubrimiento), explica que algunas mujeres se empecinen (y no sólo ellas), por esa razón y por un déficit de la normativizante Función del Padre, en el deseo de obtener lo que no les falta, ya sea insistiendo en el deseo de tener el agalma (falo) en esa metáfora del mismo que es el hijo (conocemos que en Karma no funcionó esa salida), compitiendo con el hombre, haciéndose víctimas de él y/o con cualquier otro objeto que le ofrezca la cultura. Creo no equivocarme al apuntar que Karma Lekshe Tsomo es de esas personas que imaginan que existe un padre mejor y más bondadoso, un padre, que, por esas anheladas características, no padece la impotencia de otros, pues imagina que Buda puede darle lo que otros padres niegan a sus hijos. Es como si el deseo del Otro, esto es, el deseo del inconsciente de Karma, no le hubiese dejado otra salida que pensar que existe un padre capaz de ofrecer el don que su verdadero padre le había negado.
Trátase aquí, en esta primera aproximación al deseo, al goce del Otro y sus efectos, de una esperanza vana de un deseo infantil no resuelto, y que el mercado de la cultural intenta paliar desde épocas inmemorables con los morbosos lenitivos a los que se refiere Freud en El malestar en la cultura, 1930.

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"Las monjas budistas ya no son analfabetas, están doctoradas"
Karma Lekshe Tsomo, de surfista en Malibú a monja budista

La Vanguardia.com La Contra | Viernes, 19 de julio 2013.
Ima Sanchís

Revolucionarias.
Karma Lekshe Tsomo creció en una familia adinerada en la que su hermano era el rey. Años después fundó, y aún dirige, Jamyag, para educar a las mujeres del Himalaya, y Sakyadhita, asociación internacional que aglutina a más de 300 millones de mujeres budistas comprometidas con el cambio social y que ha nacido desde abajo: "Los académicos, pese a nuestros doctorados, no nos han tomado en serio porque meditamos; y los practicantes, porque nos ven intelectuales. Somos revolucionarias de base, queremos que las mujeres despierten y despertar al mundo". Tuve el privilegio de moderar un diálogo en la Casa del Tibet entre Lekshe y la monja benedictina Teresa Forcades, un placer.

Tengo 68 años. Nací en San Diego (California), en cuya universidad soy docente de Religiones Comparadas. Doctora en Filosofía Budista. Estuve casada, tengo una hija. ¿Política? Transformar el mundo. Trabajo por el despertar: estar liberada de todas las emociones destructivas
Revolucionarias Creció en una familia adinerada en la que su hermano era el rey. Años después fundó, y aún dirige, Jamyag, para educar a las mujeres del Himalaya, y Sakyadhita, asociación internacional que aglutina a más de 300 millones de mujeres budistas comprometidas con el cambio social y que ha nacido desde abajo: "Los académicos, pese a nuestros doctorados, no nos han tomado en serio porque meditamos; y los practicantes, porque nos ven intelectuales. Somos revolucionarias de base, queremos que las mujeres despierten y despertar al mundo". Tuve el privilegio de moderar un diálogo en la Casa del Tibet entre Lekshe y la monja benedictina Teresa Forcades, un placer.
Era usted surfera.
Sí, competía. Y también fui profesora de yoga, pintora, traductora de japonés y tibetano, cantante de blues... Y me casé a los 20 años.

El pasado es un aprendizaje.
Mi madre era una cristiana fundamentalista y mi padre un capitalista profundo. Ninguna de esas opciones era para mí. Tuve experiencias maravillosas y conocí a mucha gente, pero sentía que a mi vida le faltaba algo.

¿Por qué budista?
El apellido de mi familia es Zenn, y eso me invitó a leer libros sobre budismo.

A los 11 años ya era budista.
Era una niña un poco rara, siempre preguntaba qué pasaría tras la muerte y nadie me daba respuesta. Así que acabé a los 26 años en Dharamsala, donde el Dalái Lama había creado la gran biblioteca tibetana.

Tras dar muchas vueltas.
A los 19 años me fui a Japón a hacer surf. Empezó a nevar y me refugié un año en un monasterio para meditar. Luego viajé a Vietnam, Camboya, India, Nepal, Sri Lanka... Quería convertirme en monja, pero no encontré un solo monasterio para mujeres.

¿Y volvió a Berkeley, a California?
Sí. Eran los años sesenta: mientras yo estudiaba poesía japonesa, a mi alrededor estallaban los movimientos por la paz. Me convertí en activista y en feminista.

¿Su hija viajaba con usted?
Vivía con unos buenos amigos. Yo era muy joven, soltera, no tenía dinero y quería una buena familia para ella.

¿Se han reencontrado?
Somos las mejores amigas. Mi hija es activista, tiene mucha conciencia política, y me ayuda en muchísimos proyectos. Pero durante muchos años no tuvimos contacto.

¿Cuándo y por qué decidió ser monja?
A los 19 soñé que era una monja muy feliz. Mi infancia no lo fue: crecí en una comunidad muy rica, pero llena de estresados, alcohólicos y drogadictos en la que nadie era feliz. Yo no quería seguir esa dirección; quería encontrar la felicidad dentro de mí, y el budismo tiene muy buenos métodos.

¿Y se fue a los Himalayas?
Allí en invierno vives en un congelador; en verano, en un horno, y durante los cuatro meses de monzón, en una piscina. Pero era feliz, las enseñanzas del Dalái Lama eran buenísimas. Viví 15 años, a los 32 me ordené monja.

¿Cuáles fueron sus contradicciones?
En India vi una gran pobreza, fui consciente de mis privilegios y desarrollé la compasión. Escuché la historia de cientos de refugiados tibetanos y entendí lo que era la represión política. Y luego empecé a entender la dinámica sexista.

¿Machismo religioso?
Los monjes tenían todo tipo de apoyos, monasterios, educación, y la comunidad los respetaba. Pero las monjas no tenían nada: la mayoría, analfabetas.

Y usted no las dejó por inútiles.
Les pregunté si querían aprender a leer y su respuesta fue: "Somos demasiado estúpidas". Me llevó semanas convencerlas.

¿Cómo las convenció?
Les dije que si aprendían podrían leer al Dalái Lama. Y cuando supieron leer quisieron aprender gramática tibetana, luego filosofía, pero debido al exilio muchos lamas elevados habían sido asesinados o estaban en la cárcel y no encontraba profesor.

¿Decidió estudiar filosofía para enseñarles?
Sí. Luego quisieron estudiar inglés... Creé la fundación para educar a las mujeres y sin darnos cuenta teníamos un programa de estudios muy completo. Esta semana, por primera vez en la historia del budismo tibetano, serán ordenadas en lo más elevado más de 50 monjas doctoras en Filosofía Budista (privilegio que sólo podían recibir los monjes), y están creando monasterios.

Felicidades y gracias.
Las cosas están mejorando. Las monjas ahora tienen confianza en sí mismas, hablan cuatro lenguas, ya nadie puede ningunearlas.

El Dalái Lama amenaza con reencarnarse en mujer.
Eso dijo, que se reencarnaría en mujer en una sociedad en la que se escucha a las mujeres, porque hacerlo en una sociedad en la que no se las escucha sería inútil. Nosotras tenemos una estrategia.

Cuénteme.
Evitar el enfrentamiento directo, convencer con el razonamiento lógico, que es en el que se basa la filosofía budista. El propio Buda ordenó a mujeres, pero en Tíbet ese linaje se perdió. No hay ninguna justificación para esta discriminación.

Pero de eso ya hace mucho...
Hay al menos trescientos millones de mujeres budistas en el mundo (si incluimos a las chinas, la cifra se dobla) que están preparadas y creen en la paz y la justicia, en la bondad amorosa, en la sabiduría. Es un poder potencial enorme para cambiar el mundo.

¿Cuál es el obstáculo de las mujeres?
La falta de confianza en nosotras mismas. Eso nos hace muy dependientes, nos vendemos muy baratas. Pero la energía de una mujer con la mente y el corazón abiertos es ilimitada.

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