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Parábola

Mi buen amigo, el escritor, poeta, ensayista y uno de los grandes expertos de la Kábala, Mario Satz, en una de sus hermosas parábolas de los pájaros cantores - que quiero compartir -, revela la sabiduría que como símbolo, los trinos, gorjeos y su singular cantar, encienden el corazón del hombre:

 Hubo una vez en la India un rey que tenía tres hijos, intrépidos y arrogantes los mayores y tranquilo y cariñoso el menor. Celosos del pequeño, envidiosos de su gracia, los mayores decidieron eliminar al más joven, a quien todos llamaban Kokila, cuclillo, por su bella y suave voz.

Como el padre descubriera lo que maquinaban los grandes contra el menor, éstos se rebelaron y los expulsaron del reino, quedándose con el trono, las tierras, los ríos y los bosques.

 Compasivo, Kokila acompañó a sus progenitores en la larga marcha hacia ninguna parte, consolándoles con una melodía tan tierna, que quienes lo oían le apodaron "el que encanta el corazón". No había tristeza que no les disipara ni esfuerzo que no hiciera por mitigar su dolor. Incluso mendigaba arroz y frutas para ellos.

 Los años trajeron arrugas y se llevaron vientos. El exilio fue un trayecto de pies inquietos y suspiros intermitentes. El tiempo, que todo lo hiere, lastimó de muerte a los padres de Kokila, que expiraron con una diferencia de horas entre sus brazos. Entonces aquel de cuyo cantar decían que fascinaba al corazón, se abrió la cabeza con una espada y los enterró en su propio cerebro. El anciano rey  y la reina se volvieron minúsculos como ocelos de mariposa y vivieron en el recuerdo de su hijo todos los días de su vida, haciendo aletear su memoria por jardines interminables y valles secretos.

 Kokila nunca dejó de cantar, asumiendo a veces forma de un pájaro que dejaba sus huevos en los nidos ajenos y a veces el aspecto de un filósofo errante.

 Al cabo de muchas décadas, sus pasos lo llevaron de regreso al sitio de su nacimiento, donde constató que sus hermanos se habían peleado entre sí y el reino se había desgarrado en dos mitades irreconciliables. Sus ojos, a través de los cuales también veían sus padres, comprobaron con pesar que dividir por celos multiplica las dificultades así como sumar por amor simplifica nuestros actos, y entonces, tras cantar con dulzura un trino desconocido, se alejó de allí diciendo:

 "Reclamar más de lo que nos pertenece es disminuir lo que ya tenemos".


Historia: Vacía tu taza

Las historias contienen enseñanzas de extraordinario valor, nos pueden hacer reflexionar y llegar a conclusiones que pueden ser de gran ayuda en nuestra vida. Me decido a contaros esta historia que espero os agrade:

 Un hombre dedicó años de su vida a la lectura de libros sobre el Yoga y su filosofía. En una ocasión, le hablaron de un gran Maestro y fué a conocerlo con el fin de obtener instrucciones. El guru, le invitó a sentarse a su lado y el hombre comenzó a contarle al maestro todo lo que había leído y comprendido de sus lecturas, comentando que el Yoga es esto, el yoga es aquello y así sucesivamente durante largo tiempo, emitiendo opiniones y juicios de valor.

 Después de escucharle, el maestro sugirió que tomasen una taza de té. El maestro comenzó a servir el té en la taza de este nuevo discípulo. Llenó la taza totalmente y continuó sirviendo más té, el cual  se iba desparramando por la mesa y por el suelo. En un momento dado, el discípulo no pudo contenerse y dijo:" Basta!, la taza ya está más que llena y es imposible que quepa más té!

 El maestro se detuvo y dejó de echar té en la taza y pausadamente dijo: "Al igual que esta taza, tu mente está llena de ideas preconcebidas y de opiniones. ¿Cómo es posible que aprendas algo a no ser que vacíes tu taza?"

 Muchos practicantes de yoga han leído y escuchado tantas teorías que cuando se acercan para aprender y profundizar, es imposible que nada penetre en su mente ya que su "taza" está abarrotada generalmente de nociones equivocadas.

 El que uno se acerque con una taza o mente vacía, no significa no utilizar la inteligencia y ser un seguidor ciego, sino mantener una mente abierta y receptiva, manteniendo cualquier enjuiciamiento, al menos hasta que uno haya experimentado la práctica y enseñanza durante un tiempo.

Shunryu Suzuki Roshi, gran maestro Zen, solía decir, "En la mente de principiante existen muchas posibilidades; en la del experto, muy pocas."

 La mente de principiante es amplia y está abierta, teniendo sed de conocimiento, una taza vacía. Así pues, si hay amplitud de miras y estamos libres de idealizaciones, la mente se hace inquisitiva, receptiva, dispuesta al aprendizaje con discernimiento.