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Historia: Vacía tu taza
Las historias contienen enseñanzas de extraordinario valor, nos pueden hacer reflexionar y llegar a conclusiones que pueden ser de gran ayuda en nuestra vida. Me decido a contaros esta historia que espero os agrade:
Un hombre dedicó años de su vida a la lectura de libros sobre el Yoga y su filosofía. En una ocasión, le hablaron de un gran Maestro y fué a conocerlo con el fin de obtener instrucciones. El guru, le invitó a sentarse a su lado y el hombre comenzó a contarle al maestro todo lo que había leído y comprendido de sus lecturas, comentando que el Yoga es esto, el yoga es aquello y así sucesivamente durante largo tiempo, emitiendo opiniones y juicios de valor.
Después de escucharle, el maestro sugirió que tomasen una taza de té. El maestro comenzó a servir el té en la taza de este nuevo discípulo. Llenó la taza totalmente y continuó sirviendo más té, el cual se iba desparramando por la mesa y por el suelo. En un momento dado, el discípulo no pudo contenerse y dijo:" Basta!, la taza ya está más que llena y es imposible que quepa más té!
El maestro se detuvo y dejó de echar té en la taza y pausadamente dijo: "Al igual que esta taza, tu mente está llena de ideas preconcebidas y de opiniones. ¿Cómo es posible que aprendas algo a no ser que vacíes tu taza?"
Muchos practicantes de yoga han leído y escuchado tantas teorías que cuando se acercan para aprender y profundizar, es imposible que nada penetre en su mente ya que su "taza" está abarrotada generalmente de nociones equivocadas.
El que uno se acerque con una taza o mente vacía, no significa no utilizar la inteligencia y ser un seguidor ciego, sino mantener una mente abierta y receptiva, manteniendo cualquier enjuiciamiento, al menos hasta que uno haya experimentado la práctica y enseñanza durante un tiempo.
Shunryu Suzuki Roshi, gran maestro Zen, solía decir, "En la mente de principiante existen muchas posibilidades; en la del experto, muy pocas."
La mente de principiante es amplia y está abierta, teniendo sed de conocimiento, una taza vacía. Así pues, si hay amplitud de miras y estamos libres de idealizaciones, la mente se hace inquisitiva, receptiva, dispuesta al aprendizaje con discernimiento.